Sólo de forma muy esporádica el estrés emocional es la única causa de la
disfunción reproductiva (pacientes con anorexia, bulimia…).
Persiste todavía una leyenda urbana que considera que concurre una relación causal entre el estrés y la infertilidad. No existe evidencia científica de que el estrés, la ansiedad o la depresión tengan una relación directa con la fecundidad. Ello no es óbice para que la Disfunción Reproductiva sea definida por muchos psicólogos como una "crisis vital", entendiendo por tal "la alteración del equilibrio emocional a la hora de encarar un problema que genera desorganización, desesperanza, tristeza, ansiedad y confusión".
Los mismos especialistas han demostrado que la ansiedad que genera la disfunción reproductiva es comparable a las que se objetivan en los pacientes diagnosticados de cáncer, con dolor crónico o en rehabilitación cardiovascular.
El distress emocional que generan los problemas y tratamientos de fertilidad tiene una percepción distinta en ambos sexos. Los datos indican que las
mujeres muestran un grado de vulnerabilidad superior al de los hombres, ya que vivencian los problemas de fertilidad de forma más intensa, además de soportar directamente los tratamientos y de sentir su fracaso con la llegada de cada menstruación.
Están exhaustivamente estudiadas las reacciones de las mujeres cuando tienen que afrontar un problema de fertilidad (shock, negación, frustración, rabia, pérdida de la autoestima, miedo ante el fracaso de un proyecto vital…).
Los tratamientos de reproducción asistida, singularmente los
ciclos de Fecundación in Vitro (FIV), pueden ser un factor estresante de primer orden.
Las tres preguntas que se realizan todas las mujeres a la hora de empezar un ciclo de FIV son: "¿llegaré a conseguir el embarazo?", "¿en qué medida repercutirá el tratamiento en mi organismo?" y "¿seré capaz de llevar a cabo el tratamiento?".
En la actualidad, la salud se entiende como "un estado integral de bienestar" y no únicamente como la ausencia de enfermedad. Adicionalmente, tanto la salud como la enfermedad son concebidas como procesos multifactoriales, donde los aspectos conductuales, cognitivos, psico-fisiológicos y psico-sociales tienen una importancia capital. El caso concreto de la disfunción reproductiva y sus tratamientos, es un excelente ejemplo de cómo la relación de los individuos con su entorno puede suponer una gran demanda de adaptación. Por ello, para la Medicina de la Reproducción actual,
tan importante como realizar una correcta estimulación ovárica es llevarla a cabo de la manera más cómoda, personalizada y "amistosa" para las pacientes. Ello implica un tratamiento más holístico que facilite su adecuado cumplimiento. Esta aproximación se denomina "cuidado centrado en el paciente".
Así como hace años colocamos al embrión en la punta de la pirámide de nuestro trabajo, en el momento actual los profesionales que formamos parte del staff de las Unidades de Reproducción tenemos también la obligación de situarnos en el "cerebro" de la paciente, auténtica protagonista de nuestros tratamientos. Por ello se hace necesario estudiar no sólo el
impacto de la subfertilidad en la esfera emocional de las pacientes, sino en qué medida el propio tratamiento conlleva una sobrecarga psicológica, lo que debe ser mensurado de forma objetiva. Para ello en España se llevó a cabo en 2011 y 2012 el "Estudio EFESO", cuyo objetivo principal fue estimar la
frecuencia de ansiedad y depresión en mujeres sometidas a tratamiento de estimulación ovárica para FIV.
El diseño del estudio EFESO quería soslayar que la valoración de los niveles de ansiedad, depresión o grado de satisfacción con el tratamiento no estuviera sesgado por otras variables del ciclo, ni por el resultado final del mismo (embarazo sí; embarazo no). La población de estudio estuvo compuesta por 617 mujeres sometidas a tratamiento de estimulación ovárica para FIV en 36 centros de reproducción españoles. En el Estudio EFESO el grado de satisfacción con el tratamiento fue superior entre las pacientes más jóvenes, con nivel de estudios secundarios, que no habían realizado un tratamiento previo y que emplearon menos tiempo en inyectarse.
Los
factores más valorados en el manejo del tratamiento para la estimulación ovárica fueron: la atención médica y la información proporcionada.
El malestar general declarado por las pacientes durante el tratamiento fue mayor en aquellas pacientes que presentaban de base ansiedad y/o depresión (p<0,01). Por ello, se hace necesario
identificar antes del inicio del tratamiento de estimulación a la población susceptible de presentar depresión (10,1%), ansiedad (22,2%) y ansiedad-depresión (24,4%), ya que representan un porcentaje no desdeñable de nuestras pacientes y las que más se pueden beneficiar de un soporte emocional.
Los últimos meta-análisis demuestran que
el estado emocional NO influye sobre los resultados (desarrollo folicular, ovocitos obtenidos, tasa de fecundación, calidad embrionaria…) o el éxito del ciclo (consecución del embarazo). Sin embargo, en muchas ocasiones es necesaria la realización de varios ciclos de TRA para lograr el embarazo, por lo que los efectos del estrés pueden llegar a ser más pronunciados después de tratamientos repetidos.
Los análisis de subgrupos, a partir de las vivencias de los tratamientos previos y de la adaptación del eje hipotálamo-hipófiso-adrenal al estrés, sugieren que es probable que el estrés sí acabe determinando las posibilidades de alcanzar el embarazo en aquellas parejas menos dispuestas a perseverar en los tratamientos, hasta lograr cumplimentar el número óptimo de ciclos que les conduzca al éxito. Expresado de otra manera,
el estado emocional SÍ tiene una relación directa con el abandono precoz de los tratamientos.